Cómo ahorrar dinero al regar agua

Debemos saber cómo y cuándo regar para ahorrar agua y dinero. En épocas calurosas y secas, como en la que estamos, uno de los problemas más habituales y difíciles de gestionar es el del riego. Tanto si tenemos un jardín grande como si tenemos uno pequeño, el problema del riego está siempre presente.

La esencia es el siguiente dilema: ¿ahorrar y regar menos, con la posibilidad de que nuestra flora se deteriore e incluso muera, o asumirlo como un gasto necesario y no reparar en costes?

La respuesta, en realidad, está a medio camino entre una posibilidad y otra. Debemos hacer todo lo posible para mantener nuestro jardín en un buen estado, pero esto no significa regar de manera indiscriminada. Hay muchos trucos a la hora de regar adecuadamente y no incurrir en gastos excesivos.

El riego: cuándo y cómo

Hay muchos sistemas de riego que pueden ser útiles o perjudiciales dependiendo de lo que tengamos que regar. Pero todos ellos requieren de una atención más o menos constante y de un conocimiento previo sobre la mejor forma de usarlos.

El agua tiene una característica fundamental que muchas veces se nos olvida: se evapora (y no sólo si lo hervimos). Por ello, debemos utilizar los sistemas de riego con inteligencia, preferiblemente incorporando temporizadores que los regulen.

Por ejemplo, es mucho más efectivo regar una vez puesto el Sol, ya que así se reduce la evaporación al mínimo.

Si regamos durante el día, sobre todo en épocas de mucho calor, es posible que perdamos innecesariamente una gran cantidad de agua, encareciendo los gastos y aún así perjudicando a las plantas que en teoría estamos intentando cuidar. Igualmente, conviene regar siempre una cantidad de tiempo fija (x minutos por día). Si regamos manualmente, lo más probable es que reguemos de más.

El riego: cada gota cuenta

En general, uno de los mejores sistemas, tanto por su efectividad como por el ahorro que supone, es el sistema de riego por goteo. La idea de este sistema es muy simple, tanto que parece mentira que no se haya impuesto antes.

Básicamente se trata de crear un circuito semicerrado de tubos que pasan por las zonas que queremos humedecer. Los tubos tienen pequeños orificios por los que caen gotas de agua, en función de la presión que impongamos al sistema general.

El principal beneficio de este sistema es que no se usa agua de más, cosa que sí ocurre cuando usamos una manguera o un sistema de riego a chorros. La tierra permanece casi permanentemente humedecida, dando a la planta un suministro contínuo de agua.

Además, con este sistema se reduce la evaporación al mínimo, de manera que prácticamente el 100% del agua es absorbida por la tierra y por la planta. Es muy recomendable en este caso el uso de un temporizador que regule el paso de agua para maximizar el rendimiento de este sistema. Es mejor regar muchas veces poco, que una vez mucho.

El riego: un cuidado permanente

Aunque contemos con un sistema automatizado de riego, debemos vigilar de cerca su funcionamiento. Cualquier tubo puede romperse en cualquier momento, o un riego a chorros desviarse de su zona asignada.

Debemos estar pendientes para arreglar estos desperfectos lo antes posible. Cuanto más tardemos, más sufrirán nuestras plantas y nuestros bolsillos. Es cuestión de darse un paseo de vez en cuando para ver que todo marcha.

Pero no todo se soluciona incorporando artificios y herramientas humanas. La mejor forma de ahorrar es hacerlo desde el principio.

Por ejemplo, es conveniente siempre plantar flora local ya que estarán más preparadas para aguantar el clima de la zona. También debemos aprovechar la poca lluvia que caiga, y acordarnos de apagar el riego si tenemos la suerte de contar con uno de esos días.


Deja un comentario

contador de visitas